martes, 29 de junio de 2010

Gitana


En lo que tarda un parpadeo en cruzar el café cantante de lao a lao, pisa cuatro versos octosílabos de una taconeá, y envenena a Francisco “el seco”, al otro lado del colmao.

Entre falseta y falseta, un desplante y tacatá, se vuelve, tacatá...

Frunce el ceño, con los ojos encendidos, tacatá...

Entre cantiñas y melismas...

Tacatá, ¡tá y tá!.

Colección de ademanes furiosos, arriba y abajo, y se para, y despacio...

Los floreos de la guitarra. Ella los reparte a raudales, entre el público que jalea, encrespando las falanges de sus dedos arrugados.

Un lamento grave, ronco y rajado le pellizca el alma, la encandila y guía sus vueltas, sus idas, sus venidas, su contorsionismo improvisado: “El seco”, su debilidad pervertida por el cante, es tan gitano como ella.


2 comentarios:

  1. A las caricias de una cuerda rasgueada,
    Su corazón, aislado en una celda encalada,
    Se enamora, latiendo en ondas viscosas,
    Del ritmo de luto de sus yemas callosas.
    Y durante los aplausos, ella, por su parte,
    Llora a la carencia ocultada por el arte.

    H.K

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  2. Ole y ole y ole por ese texto resalao y airoso. Convierte a la gitana en un remolino de salero lleno de faralaes y de jacarandosos arreboles. Remolino gitano. Y ole y ole. C.

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