lunes, 25 de octubre de 2010

What´s the time, Mr. Wolf?

Siete japonesas bebían té verde tostado.  El Oshiruko todavía humeaba. Los Dagashi poblaban la mesita de vivos colores. Los murales de bambú, los tapetes de samuráis, geishas con sombrilla, maikos y colibrís sobre cerezos en flor.
Un cuaderno de tapas verde esmeralda viejo y roído, con ese color sanguina con el que el tiempo lame las hojas de los libros importantes  y que antaño atesoraba carruajes en sepia, sombreros de copa y lores con volutas blancas y aristocráticas, se abrió por la página seis.
Benjamin, posó su taza en la mesita de marfil y lo tomó enternecido, entre sus manos. Entonces las siete japonesas fueron de pronto los siete cisnes blancos del estanque de Holland park y el té en casa del señor Sugawara fue el té de las cuatro con scones y frutas confitadas en casa de la tía Harriet.
 De nuevo el tiempo, se la había vuelto a jugar. Como un sátiro despiadado, con su pátina naranja, lamedora de hojas antiguas, había logrado tintar también su presente, esta vez con los colores amables de su niñez perdida.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Tiempo, verdugo del tiempo

Por vez primera el cuco
salió del reloj de idem.
Dejó el segundero a mano derecha para posarse en el mes siguiente.
Pero al volar, el tiempo se paró en seco y advirtió resignado:
“Roto el tiempo, ya no sé vivir”.

lunes, 18 de octubre de 2010

Escucha:

Alzando los ojos del libro para oír la suave métrica del gas percutiendo a través de la nada, siento, de golpe, conscientemente, las vidas que potencialmente existen en mí y que se están perdiendo. Es una de mis fantasías la de que cada uno de nosotros posee muchas vidas potenciales. Están en nuestro interior, digamos, con otras tantas hileras de metal, brillantes vías de ferrocarril. Marchando por una de ellas, hacia el destino, podemos ver a las otras a nuestro lado, en las que también podíamos habernos embarcado, en las que podríamos aún viajar si tuviéramos solamente la fuerza necesaria para hacer el cambio.
¿Bostezan ustedes? Éste es, simplemente, mi modo de decir que estoy solo.




 Texto: Guillermo Teimoy.

lunes, 4 de octubre de 2010

tdt


“ -Entonces no hay duda - dije yo - de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa  más que las sombras de los objetos fabricados.
-Es enteramente forzoso-dijo.”
El mito de la caverna ( República VII). Platón.

¡Auuuuuu! Aulló lastimeramente el coleccionista de imágenes. ¡Auuuuuuuuuu!, ¡Atragantemos al mundo con imágenes!. Y reía. 
Ponía la máquina en movimiento dándole a la palanca oxidada que iba del “on” al “off” con un grito desesperado y agudo. La maquinaria rugía y explotaba con chispas y humaredas azules en un universo disparatado de engranajes, de poleas, de ruedas, ruedecillas y cadenas de dientes metálicos. Las imágenes flotaban en el aire espeso como resultado de aquel rito orgiástico y maravilloso. Flotaban y bailaban. Fluían en un devenir grotesco. Llegaban a  cada rincón imponiendo la dictadura de los juglares. Se extendían con movimientos sigilosos y repugnantes. Y su dulce deformidad, su plácido sigilo, su adictiva y templada sedación anestesiaban uno a uno, los cadáveres exquisitos.