Pretendo, como cada
madrugada,
zarpar por su piel melocotón
con mis intenciones desnudas.
Hoy prefiero, sin
embargo, no tocarla.
No tocarla, percibirla desde lejos.
Aprenderla con mis
pupilas, con mis manos,
con mi vientre y mis nudillos.
Y no acostumbrarme
jamás,
a su contemplación afrodisíaca.