lunes, 25 de junio de 2012

El escritor



Escribir era “la catarsis de los cobardes”, tenía que salir de su cuartucho oscuro y contemplar las casas y los caminos, los árboles y las piedras, las personas y los peces. Y como fuese, poseerlos.

No podía comprar las nubes ni las piedras, ni tampoco los valles ni las montañas, pero tenía un cuaderno y un lapicero y una ventana que daba a las casas del río. Entonces, subió la persiana y corrió las cortinas. Tomó el lápiz y el papel y transformó las efes en farolas, las ces en casas, las uves en vigas y ventanas, las bes en balcones, las tes en tejados, las aes en árboles, la pe en piedra y la ele en ladrillo, las eses en un sol brillante. Sin darse cuenta fue arquitecto de las palabras e ingeniero de la luz. Malabarista del alfabeto, inventor de puzzles.
Y poseyó todo lo que entraba por sus ojos.
Y lo compartió escupiéndolo por sus dedos, con la paleta llena de frases y de pigmentos. 

 


“ Solía decir a mis jóvenes estudiantes: ¿Quieres ser un pintor?
Antes de nada debes cortarte la lengua dado que tu decisión te ha arrebatado el derecho a expresarte con otra herramienta que no sea tu pincel”
  Entrevista radiofónica a Henri Matisse. Año 1942.


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