lunes, 25 de octubre de 2010

What´s the time, Mr. Wolf?

Siete japonesas bebían té verde tostado.  El Oshiruko todavía humeaba. Los Dagashi poblaban la mesita de vivos colores. Los murales de bambú, los tapetes de samuráis, geishas con sombrilla, maikos y colibrís sobre cerezos en flor.
Un cuaderno de tapas verde esmeralda viejo y roído, con ese color sanguina con el que el tiempo lame las hojas de los libros importantes  y que antaño atesoraba carruajes en sepia, sombreros de copa y lores con volutas blancas y aristocráticas, se abrió por la página seis.
Benjamin, posó su taza en la mesita de marfil y lo tomó enternecido, entre sus manos. Entonces las siete japonesas fueron de pronto los siete cisnes blancos del estanque de Holland park y el té en casa del señor Sugawara fue el té de las cuatro con scones y frutas confitadas en casa de la tía Harriet.
 De nuevo el tiempo, se la había vuelto a jugar. Como un sátiro despiadado, con su pátina naranja, lamedora de hojas antiguas, había logrado tintar también su presente, esta vez con los colores amables de su niñez perdida.

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