A
Toni no le gustan las peras de agua, ni los fresones de Huelva, ni las
mandarinas clementinas.
Tampoco las uvas moscatel, ni las naranjas
de Valencia, ni los nísperos que se dan en el Levante. No le gustan los higos
blancos que crecen en el jardín de la parte de atrás, ni los mirabeles de la
Guardia. Ni los dátiles de Túnez, tan dulces. Ni las moras rojas, ni los
plátanos de Canarias con sus motitas negras. Ni los paraguayos, ni las
nectarinas blancas.
No le gustan ni la sandía con pepitas, ni el
melón de Villaconejos.
A Toni sólo le gustan las manzanas rosadas y
relucientes del cuadro que cuelga encima del aparador de la salita de estar.